13 de enero

Es sábado y la noche de verano de hoy es perfecta para escribir y describir una noche de verano. Este exacto clima y esta atmósfera es lo que me imaginaba en los días previos a comenzar esta historia: una noche agradable, calurosa pero no agobiante, una ventana abierta por la que entra una brisa reparadora, una luz tenue, un vaso de whisky a mano. Lo único que le falta para ser lo inspiradora que me la imaginé es mi bienestar.

Anoche dormí sin remera y con el aire acondicionado prendido. A eso le echo la culpa, pero por dentro intuyo que es otra cosa. Algún mate compartido con algún apestado, algún estornudo suelto en el aire en el estudio de la radio. Hoy estuve todo el día con tos, dolor de garganta y del cuerpo. Y ahora no me siento mejor.

Andrés me invitó a salir, y le dije que no. No lo veo desde aquella noche delirante. Mi papá me invitó almorzar a su casa, y mamá a la de ella, pero con ambos me excusé. A mamá, de todos modos, le dije que la visitaría mañana, porque le debo la de la semana pasada.

Así que el sábado transcurre tan tedioso que parece un domingo, y nada me mueve a escribir nada original. Apenas, la única idea distintiva que se me ocurre es aquella de que uno valora lo que tiene habitualmente cuando lo pierde y lo extraña. Y en este caso, no es nada del otro mundo: lo que extraño es respirar con la nariz destapada.

Me voy a dormir temprano, después de todo un día sin salir del departamento. Para tener la ilusión de que sociabilizo con algo, le saco una foto a un blíster de ibuprofeno y la subo a las redes sociales con el epígrafe «Sábado de drogas duras». No pasan diez minutos que Micaela responde la foto por privado. «Me imagino que no salís». Acompaña la última frase con una carita ambigua. ¿Es un emoji de tristeza, de decepción, de resfríado? Le contesto que no, y agrego que, seguramente, lo que me enfermó fue el agua que tomé la semana pasada. Se ríe con ganas —se puede saber cuando una persona se ríe con ganas por chat, porque escribe JAJAJAJAJA en lugar de jajaj, por ejemplo— y agrega: «Cuidate, que te mejores!».

Y es curioso porque, en los últimos días, casi no había pensado en Micaela, aunque tal vez eran los días que más tendría que haber pensado en ella, ya que fueron los días siguientes a nuestra primera interacción real. Tal vez, al revés de lo que pasa con las narices destapadas que uno anhela cuando está engripado, cuando lo imposible se acerca un poco se desvanece el interés.

De todas maneras, reviso sus fotos. Cada vez me parece más linda: eso no merma. Vuelvo a los mensajes directos y le agradezco su mensaje. Después de releer su «que te mejores» y pensar que me lo desea una de las personas más lindas del país, la nariz se me destapa casi de inmediato.

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